La privacidad... es un derecho de todo ser humano, es algo que tenemos pero que generalmente no apreciamos, somos muy descuidados con ella.
¿No le ha llegado a usted una carta de felicitación por su cumpleaños firmada por el Gobernador del Estado?.
¿Qué tal una invitación a comprar en una tienda que nunca ha usted visitado? ¿No le han hecho una invitación a subscribirse a un periódico o revista local o internacional?
Si la respuesta es afirmativa, usted ya es parte del mundo del mercadeo vía correo directo. ¿No le han hablado para afiliarse a una Afore de manera insistente casi amenazadora? ¿No recibe usted por lo menos una o dos llamadas telefónicas semanales para que adquiera una tarjeta de crédito de “equis” banco? ¿No recuerda usted la forma en que sistemáticamente le cazaban un SÍ en la conversación con el vendedor de la compañía telefónica para sobreponerlo en la negativa de cambio de operador de larga distancia?
De nuevo bienvenido al mundo del telemercadeo. ¿Tiene usted Internet? Entonces ya mejor ni preguntarle, es obvio que usted ha recibido correos invitándolo a que done un dólar en una cadena que lo hará millonario, o tal vez el típico correo electrónico donde le invitan a salvar a un niño con cáncer.
Por otro lado, los correos con invitaciones explícitas a visitar páginas pornográficas sin pagar un quinto o técnicas maravillosas para alargar el órgano sexual masculino o acabar de una vez por todas con la impotencia.
Qué tal la suscripción sin invitación a grupos de discusión, recepción de ofertas de computadoras, libros, revistas, y un largo etcétera. Bienvenido al mundo del mercadeo virtual.
La privacidad de nuestra información privada está en franca desaparición. Ésta viaja por todos lados, desde el momento en que firmamos una compra con nuestra tarjeta de crédito, nuestros hábitos de consumo ya están siendo grabados en poderosas máquinas robot que clasifican y cruzan su información.
Todo dato es valiosísimo en la cadena de mercadeo. Fecha de nacimiento, lugar de nacimiento, domicilio actual, color de ojos, pelo y piel, ocupación, nivel de ingresos, número de hijos, etcétera. Ésta es información privada que ya está circulando en muchas bases de datos gubernamentales, privadas,corporativas y empresariales.
Hace unas semanas los diputados se rasgaban una vez más las vestiduras cuando se filtró a la prensa que se habían vendido las listas electorales del IFE a una compañía de marketing norteamericana. Me gustaría decirle a los señores diputados que su ingenuidad es inmensa, esas listas ya tienen años en poder de compañías de mercadeo, lo que compraron fueron sólo las últimas versiones recién capturadas, con datos frescos preelectorales.
Con la llegada del TLC los consumidores mexicanos somos cada vez más atractivos para los comerciantes norteamericanos. Las bases de datos del IFE son sólo la entrada a la vasta cantidad de información nuestra que ya se maneja tanto en nuestro País como en el extranjero con fines comerciales.
Los diputados en lugar de sorprenderse debieran ya de legislar sobre la seguridad en la privacidad de nuestra información personal. En la actualidad sólo la ley de protección al consumidor toca tímidamente el tema, y las sanciones son muy vagas.
Uno no sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido, dicho popular, lleno de filosofía y verdades. La privacidad es un derecho de todo ser humano, es algo que tenemos pero que generalmente no apreciamos, somos muy descuidados con ella. Cuando queramos hacer algo ya será tarde, nuestros buzones estarán llenos de basura, nuestros correos y los de nuestros hijos serán bombardeados con inmundicia y nuestro nombre e información personal y privada ya no lo será nunca más.
*Artículo publicado el dia 6 de mayo del 2003 en el periódico El Imparcial, Sección Editorial De Frente.