Cuenta la leyenda que durante una cena de gala en honor de las fuerzas armadas de Toronto el Primer Ministro de Canadá recibió un mensaje de Twitter en su celular (@pmharper) por parte de su ministro de Transporte John Baird.
El mensaje era claro: Thatcher ha muerto. En ese momento el primer ministro comenzó a mover a su séquito, su particular hizo llamadas, el secretario privado ordenó boletos de avión y el de comunicación mandó a hacer la redacción de las esquelas, ya saben la forma que se mueven con eficiencia los cuerpos que rodean a los políticos.
En la cena de gala había reunidas 1700 personas, la noticia corrió como reguero de pólvora, todos los celulares comenzaron a sentir los dedos tecleando la noticia. Los sms no se hicieron esperar.
Mientras el primer ministro ordenaba un comunicado oficial, alguien se dignó a echar una tradicional llamada telefónica al otro lado del atlántico. En Downing Street alguien con voz almidonada contestaba el teléfono y recibía con espanto la noticia. Por otra parte uno de los miles de mayordomos de Buckingham Palace también recibió algunas llamadas para confirmar tan lamentable suceso.
La sorpresa tomo a los británicos desprevenidos. A los pocos minutos felizmente confirmaron que la Dama de Hierro no se había oxidado, no habia colgado sus zapatillas Jimmy Cho, seguía girita como siempre.
El Sr. Ministro de Transporte siempre tuvo la razón, pero fue otra Thatcher la que había muerto. Él era muy aficionado a la Sra. Margaret Thatcher, ultraconservador como ella y pues en su honor nombró a su minína favorita. Thatcher era la gata que recién había fallecido y consternado el Ministro de Transporte avisó a su jefe y familia más cercana.
Cancelados los boletos de avión, las esquelas y los comunicados, probablemente el Primer Ministro mando a su Ministro de transporte a hacer gélidas carreteras pegadas al casco polar canadiense.
Lo que me lleva a pensar que sería bueno que algunos de nuestros políticos comenzarán a llamar Salinas, Peña Nieto, Fox, Peje, o Barlett a algunas de sus mascotas, quien quite algún día nos sorprendan con la noticia de que falleció alguna de ellas.