Cuenta la leyenda que
una vez se reunieron un grupo de amigos con sus esposas e hijos para hacer un
campamento. Todo iba muy bien hasta que comenzaron los regaños maternales. "Hijo,
no te metas al agua", "cuidado que te pican las abejas",
"ven acá chamaco para secarte que te vas a resfriar", "hay que
hacer la comida, ya es hora", "niño ponte bloqueador que esta muy
fuerte el sol", "hombre que estas metiendo arena dentro de la carpa
de campaña sacúdete los pies antes de entrar", esto con una larga letanía
de cosas que pacientemente observaban y estoicamente acataban los papás y los
hijos.
Así
fue que hace un poco más de seis años este grupo de papás se revelaron ante el
matriarcado para crear un concepto único y muy especial, el campamento Coyote
Iguana. La principal regla: Prohibido que asistan madres de familia o cualquier
mujer mayor de edad con alguna conexión con el papa o los hijos con la cual
pudiesen despertar algún instinto maternal irreversible.
En
un principio los campamentos eran de no más de una docena de carpas y carros,
unos amigos invitaban a otros y se corría la voz, se hacia una vez por año
generalmente a finales de marzo ya que acabara el frío y no hiciera tanto
calor. La sede se cambiaba según los asistentes, a veces en la playa de la Ona,
cerca de la Isla del Tiburón y Punta Chueca, otras veces en la playa San Nicolás
y en otra ocasión cerca del estero de Santa Rosa.
Conforme
pasaron los años la organización se hizo mas profesional, ya se organizaban los
padres a través de correos electrónicos. Se mandaron a hacer camisetas, calcomanías,
gorras y pulseritas. Los concursos improvisados en un principio se
institucionalizaron. El concurso de pesca, el de castillos de arena, las
carreras de sacos, el tiro al blanco.
En el
ultimo par de años se hacen dos eventos anuales, uno a finales de Marzo y el
otro a mediados de Octubre, teniendo como sede permanente la playa de San Nicolás
frente a las imponentes dunas de arena.
Hoy
en cada Coyote Iguana se puede esperar una asistencia minima de 150 personas
incluyendo a niños, cientos de carpas, carros, sandboards, motos, utensilios de
pesca y las últimas modalidades de carpas de campaña.
El
convivio con los hijos inicia desde que se hace la compra en el supermercado
para el campamento, lo conveniente es ir con los hijos horas antes de partir y
comprar todos los víveres. Por lo general se deja que los hijos escojan lo más
nutritivo y proteínico para sus pequeñas mentes. Gansitos, Pingüinos, totopos,
panecillos, sodas de todos sabores, es lo primero con lo que se va llenando el
carrito. Los papas echan su cerveza, carne para asar, o de plano un frasco con
mayonesa, un paquete de jamón y uno de pan para sándwich. La regla no escrita:
no les pasara nada a los hijos si comen gansitos y sodas por un fin de semana.
El
campamento es altamente esperado por los pequeños y por los grandes. Es un fin
de semana de liberación, de convivencia pura padre e hijo, sin cortapisas y con
libertades totales. Si no te quieres quitar el agua salada, no te la quites
mijo. Que no me quiero lavar los dientes, ni cepillo te traje mijo. Apá voy a
subir la duna, me meteré al mar, iré a las piedras, adelante hijo, haga lo que
le plazca su gana.
La
divina providencia y muy seguramente las bendiciones de las madres acompaña a
estas familias, nunca en muchos años de convivencia ha pasado algún accidente,
fuera de las picaduras de aguamala que normalmente calman con los orines de algún
compañero caritativo.
Los hijos conviven libremente con otros niños y niñas,
los padres despreocupadamente se sientan en sus sillas a ver el mar y platicar
con sus amigos, no hay ningún grito, los estéreos tocan a volumen regular los éxitos
ochenteros, todo es paz, tranquilidad y calma. Por las noches los asadores
comparten su carne, la hieleras son libres, todo es un gran entramado social
compartido y feliz.
En
un campamento de estos se puede observar de todo, desde los papás que cargan
hasta con lo ultimo de tecnología para acampar, carpas con sala comedor, cocina
y baño, planta de luz, extensiones de luces navideñas, motocicletas para arena
y todos los juguetes habidos y por haber. Los hay mas prácticos y
experimentados ya que la vida les ha dado la experiencia de que todo lo que se
baja del carro se tiene tarde o temprano que volver a subir, limpio de arena o
en su defecto lavarlo en casa.
La novatada es pagada
por todos y cada uno de los padres, las dunas de abajo se ven bajitas y fáciles
de subir, los niños las suben rápido y las bajan corriendo. Los papás
probablemente solo lo hagan una vez, una vez en su vida y aprenden la lección.
La
convivencia por las noches es extraordinaria, se prende una gran fogata, el Tío
Perro García cuenta con su voz rasposa y chocarrera la historia del Coyote
Iguana y la de Lola Casanova, cada año la cuenta distinta, pero siempre muy
divertida. Los niños se arremolinan alrededor de la fogata con sus papas y los
mas atrevidos cuentan chistes o historias de miedo en el altavoz. Se tiran
cohetes y fuegos artificiales, y cuando se deshace la fogata cada quien toma su
lámpara y se ven luces moviéndose por todos lados, son los niños que corren de
un lado para otro, mientras los papás preparan algo parecido a la cena o se
toman unas cervecitas para comentar el día con los amigos.
Desde un inicio el
campamento Coyote Iguana ha sido un factor de unión de familias hermosillenses,
cada vez son mas los padres de familia que se unen. Mi reconocimiento a los
fundadores de este movimiento, al perro García, al Abraham Romandía, al Oso, al
gringo viejo de Kino, al chileno, al Bob Limón y a todos los padres de familia
que año con año hacen posible que esto siga creciendo y alimentando la
convivencia entre padre e hijo. Nos vemos el próximo Coyote Iguana!
Pablo y el Coppel preparandose para surcar la duna cuesta abajo en sus veloces dispositivos.
(foto cortesía del papá de pablo que tambien subio la duna)
Todo tranquilo bajo el sol y sobre la arena.autoalimentándose con sandwich y sandía.
Compañeros veteranos sobrevivientes de ya más de 6 campamentos Coyote Iguana.
Niños en playa hidratandose con juguitos y esperando ya la salida.
El Molina vigilando a sus crios bajo la sombra de la carpa, en su mano una bebida refrescante de malta (no vista en la foto).
El tocayo Araiza preparandose unas almejas reyna recien sacadas del mar.(cuando le preguntaron esa mañana pescador que las vendió que si eran frescas contesto: "son de hoy en la tarde")
Abnegados padres de familia sufriendo las inclemencias del sol.